TERRITORIO COGNITIVO VIVO

Devenir Universidad es una plataforma para apoyar la co-creación de una universidad liderada por el pueblo Inga, que concibe un paradigma territorial totalmente diferente. Más que un campus universitario construido en un sitio del territorio, el propio territorio se convierte en la universidad: un lugar para con el cual nos asociamos para cualquier proceso de enseñanza y aprendizaje. En Devenir Universidad exploramos las siguientes preguntas: ¿Cómo pueden los humanos y los territorios co-crear conocimiento para el buen vivir de seres humanos y no humanos? ¿De qué manera las concepciones no modernas del territorio transforman los paradigmas convencionales de toma de decisiones que se basan exclusivamente en la deliberación racional entre humanos?

Los Planes de Ordenamiento Territorial del Estado colombiano describen los territorios Andino-Amazónicos como un escenario para la acción humana; como un conjunto de recursos naturales a extraer en pos de una noción modernista de vida buena. A pesar de los recientes intentos de otorgar derechos a la naturaleza, el territorio sigue siendo representado como una suerte de realidad biofísica externa: un conjunto de plantas, animales, montañas, bosques y ríos que carecen de sensibilidad, capacidades cognitivas y posición ética. Esta concepción modernista se basa en un conjunto de operaciones onto-epistémicas que separan a los seres humanos de los no humanos—tanto física como imaginariamente—al colocar a los primeros por encima de cualquier conjunto vivo y sistema de significado.

Aunque la historia es bien conocida, sigue siendo omnipresente en el pensamiento, la acción y las instituciones sociales de esta región. Por ejemplo, la noción de "servicios ecosistémicos" -aire limpio, agua filtrada, ganado, fotosíntesis y ciclo de nutrientes, entre otros- se basa en el supuesto modernista de las "necesidades humanas".

El territorio ancestral Inga está situado en la intersección de la cordillera andina y la cuenca amazónica, abarcando las regiones de Putumayo, Caquetá, Cauca y Nariño. Los bosques de estas regiones interconectadas expresan características eco-culturales únicas tanto de los Andes como de la Amazonia. El Piedemonte Andino-Amazónico, por ejemplo, se considera una de las mayores fuentes de riqueza biofísica del hemisferio con una enorme variabilidad climática y ecosistémica: sólo en la Amazonía hay más de 14.003 especies de plantas con semilla (plantas con flor y cícadas). Además, mientras que los ricos suelos de las laderas andinas han favorecido una economía basada en el café (Aponte), el frijol (Valle de Sibundoy) y otros cultivos comerciales, los ecosistemas amazónicos se caracterizan por su fragilidad, ya que la mayoría de ellos se encuentran en suelos pobres y muy vulnerables a la lluvia y el sol. Esto significa que, una vez talada la selva, la fertilidad de estos suelos ácidos y delgados se agota rápidamente. Sin embargo, la gran variabilidad biológica y resiliencia de la región amazónica no se debe a sus suelos, sino más bien a la forma en que sus ecosistemas funcionan en un ciclo de interacción aérea y subterránea de los sistemas vitales andinos y amazónicos, las condiciones ambientales imperantes de alta humedad y calor, así como el íntimo conocimiento ecológico y la probada eficacia de los sistemas de gobernanza territorial indígena.

Lo que comúnmente se conoce como la red de la vida, es decir, las relaciones entre los organismos de una comunidad ecológica, no es una red de puntos preexistentes que se conectan entre sí, sino una malla de líneas entrelazadas en incesante movimiento y cambio.

Las concepciones Inga de la territorialidad son testimonio de esta gran diversidad. Para los Inga, el territorio es Madre, nuestra madre, y el Sol es Padre, nuestro padre; el cóndor, el tapir y otros seres del bosque son familia, y el territorio es su hogar: el territorio es persona, o mejor aún, una multitud de personas organizadas como parentesco socio-ecológico. Pero el territorio no es sólo persona: es también un punto de encuentro en el que las formas de vida se cruzan formando un tapiz o tejido vivo. Lo que comúnmente se conoce como la red de la vida, es decir, las relaciones entre los organismos de una comunidad ecológica, no es una red de puntos preexistentes que se conectan entre sí, sino una malla de líneas entrelazadas en incesante movimiento y cambio. Por ejemplo, los ríos serpenteantes, las plantas en crecimiento, los animales humanos y no humanos, e incluso el lenguaje, son todas formas de vida o trayectorias de crecimiento y movimiento que surgen juntas y reconfiguran el tejido territorial en infinitos diseños.

Devenir Universidad parte del supuesto que, parafraseando al jurista Boaventura de Sousa Santos, puede resumirse así: nos enfrentamos a problemas modernos para los que no hay (siempre) soluciones modernas. Los incendios de 2019 en gran parte de la Amazonía expresan esta modernidad exacerbada en nuestros sistemas socioculturales: la pérdida de biodiversidad, el acaparamiento ilegal de tierras indígenas y la violencia racializada contra las poblaciones locales, requieren un retorno sostenido y respetuoso a las lógicas territoriales indígenas de cuidado, donde las mentes no humanas, las prácticas de conocimiento y las formas de vida deben estar a la vanguardia de los debates contemporáneos en torno a los desafíos y transiciones socio-ecológicas en todo el mundo.

Devenir Universidad es un centro para esta conversación inspirada y dedicada a explorar cómo nuestros parientes no humanos pueden enseñarnos nuevos caminos para mejorar mutuamente las relaciones entre los seres humanos y la Tierra: una nueva época centrada en el cuidado y la corresponsabilidad donde todos los seres son considerados agentes sociales y cognitivos, así como miembros legítimos de la comunidad de la vida.